Obispos chilenos ponen cargos en manos del Papa
Por: Vatican Insider – Roma.
“Queremos pedir perdón por el dolor causado a las víctimas, al Papa, al pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones”. Los obispos chilenos hacen cuentas con la peor crisis de la Iglesia católica en el país sudamericano. Tras reunirse en privado durante tres días con Francisco en el Vaticano, entonaron un “mea culpa” y renunciaron en bloque. Pusieron sus cargos en las manos del pontífice, quien podrá decidir en libertad sobre el futuro de cada uno de ellos.
Al mediodía romano de este viernes, los voceros del episcopado chileno comparecieron ante la prensa en una sala ubicada a pocos pasos de la Plaza de San Pedro. Fernando Ramos, obispo auxiliar de Santiago, y Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo, se limitaron a leer una declaración conjunta y dos textos con precisiones. No aceptaron preguntas.
El mensaje agradeció al Papa “por su escucha de padre y su corrección fraterna”, a monseñor Charles Scicluna y a Jordi Bertomeu “por su dedicación pastoral y personal, así como por el esfuerzo invertido en las últimas semanas en intentar sanar las heridas de la sociedad y la Iglesia en nuestro país”.
“Gracias a las víctimas, por su perseverancia y su valentía, a pesar de las enormes dificultades personales, espirituales, sociales y familiares que han debido afrontar, tantas veces en medio de la incomprensión y los ataques de la propia comunidad eclesial. Una vez más imploramos su perdón y ayuda para seguir avanzando en el camino de curación y cicatrización de las heridas”, añadió.
Comunicó, además, que todos los obispos presentes en Roma, por escrito, pusieron sus cargos en las manos del santo padre. Luego, los obispos reconocieron que estos días “de honesto diálogo” han sido “un hito dentro de un proceso de cambio profundo”, conducido por el Papa Francisco. Y aseguraron que desean, en comunión con el pontífice, “restablecer la justicia y contribuir a la reparación del daño causado, para reimpulsar la misión profética de la Iglesia en Chile, cuyo centro debió siempre estar en Cristo”.
Todavía no se han anunciado decisiones, pero podrían llegar dentro de poco. Se deduce de la nueva carta que este 17 de mayo de 2018 por la tarde, al final del encuentro en la “auletta” del Aula Pablo VI, el Papa Francisco entregó a cada uno de los 34 obispos chilenos presentes. Todos ellos fueron convocados a Roma con una carta anterior del Pontífice, profundamente dolido por el resultado de la investigación sobre los abusos en Chile y profundamente conmovido tras los encuentros con las víctimas.
Pero, además de la carta, surge un documento durísimo de diez páginas que el Pontífice le entregó a los obispos. Un documento que habría debido ser reservado pero que llegó a las manos del canal de televisión chilena Tv13, que publicó los pasajes más significativos. Francisco, en este texto, basado en las conclusiones de la investigación que llevó a cabo monseñor Scicluna, dice que no es suficiente remover a algunas personas de sus puestos (cosa que se hará, de cualquier manera), porque «el problema es el sistema».
Comencemos con la carta pública: «Les quiero agradecer –escribe Bergoglio– que hayan acogido la invitación para que, juntos, hiciéramos un discernimiento franco frente a los graves hechos que han dañado la comunión eclesial y debilitado el trabajo de la Iglesia de Chile en los últimos años».
«A la luz de estos acontecimientos dolorosos respecto a los abusos -de menores, de poder y de conciencia-, hemos profundizado en la gravedad de los mismos, así como en las trágicas consecuencias que han tenido particularmente para las víctimas. A algunas de ellas –afirma el Pontífice en la nueva carta– yo mismo les he pedido perdón de corazón, al cual ustedes se han unido en una sola voluntad y con el firme propósito de reparar los daños causados».
«Les agradezco la plena disponibilidad que cada uno ha manifestado para adherir y colaborar en todos aquellos cambios y resoluciones que tendremos que implementar en el corto, mediano y largo plazo, necesarias para restablecer la justicia y la comunión eclesial». En los encuentros, pues, se discutió mucho y concretamente sobre lo que hay que hacer ahora y que será anunciado próximamente. Una primera decisión podría ser la de aceptar la renuncia de los cuatro obispos más cercanos al abusador serial Fernando Karadima.
«Después de estos días de oración y reflexión –concluye Francisco–los envío a seguir construyendo una Iglesia profética, que sabe poner en el centro lo importante: el servicio a su Señor en el hambriento, en el preso, en el migrante, en el abusado».
Además, pues de esta carta pública, Francisco le entregó a los obispos también un documento reservado de diez páginas. Lo dio a conocer el canal de televisión chileno Tv13. El texto, durísimo, se basa en las conclusiones de la investigación que el arzobispo maltés, Charles Scicluna, llevó a cabo: se habla de «hechos delictivos» y también sobre la necesidad de ir más allá de la remoción de algunas personas. Se habla también sobre la manera con la que fueron encubiertos los abusos sexuales, los abusos de poder y de consciencia.
El Papa escribe que algunos religiosos, expulsados de sus respectivas órdenes por los abusos cometidos, fueron acogidos en otras diócesis y recibieron encargos que los llevaron a estar en contacto con niños y chicos. Francisco critica la manera en la que fueron conducidas las investigaciones sobre los abusos: las denuncias recibidas «en no pocos casos han sido calificados muy superficialmente como inverosímiles lo que eran graves indicios de un efectivo delito», como sucedió al principio del caso Karadima. Algunas investigaciones ni siquiera se llevaron a cabo y se verificaron negligencias en la protección de los niños por parte de los obispos y de los superiores religiosos.
También hubo, subraya el documento, presiones contra los que debían encargarse de los procesos, además de la «destrucción de documentos comprometedores por parte de encargados de archivos eclesiásticos, evidenciando así una absoluta falta de respeto por el procedimiento canónico y, más aún, unas prácticas reprobables que deberán ser evitadas en el futuro».
Se verificaron problemas en los seminarios: obispos y superiores religiosos encomendaron la guía de los seminarios a sacerdotes sospechosos de homosexualidad. La Iglesia chilena, continúa el Papa en el documento, ha perdido su centro y se ha replegado en sí misma. No se ha dedicado la suficiente atención a las víctimas y las actitudes de mesianismo, elitismo y clericalismo «son todos sinónimos de perversión en el ser eclesial».
Ha habido una actitud en la Iglesia chilena con la que sus responsables se sentían “superiores” a los demás. Y no está de más recordar que precisamente al dirigirse a los religiosos del país, en enero de este año, el Papa Bergoglio les refrescó la memoria sentenciando: «no somos súper héroes».
Francisco le pide a los obispos que reconozcan sus errores y que no se sientan, pues, superiores a los demás. Y se dice alarmado por la actitud que algunos de ellos han mantenido tras el escándalo, refiriéndose explícitamente al caso Barros: el problema, escribe en el documento, no se resuelve solamente reduciéndolo «a remoción de personas: esto –y lo digo claramente- hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá. Sería irresponsable de nuestra parte no ahondar en buscar las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen». Es necesario que los obispos no caigan en la tentación de quererse salvar a sí mismos y su reputación: «el problema es el sistema».
Entonces, Francisco ha logrado comprender y explica cuán profunda es la crisis, esa crisis que a algunos importantes prelados chilenos les cuesta admitir. Preanuncia remociones, pero aclara con dureza que «no alcanzan», porque el mal que aflige a la Iglesia de Chile está más arraigado y es mucho más profundo: es «el sistema».