Tiene 107 años y sigue tejiendo su historia
Como las hebras que teje con su crochet, Julia Rosa, va entrelazando los hilos de su vida, para contarnos con paciencia y no sin sonrisas, lo mucho que le ha sucedido en sus 107 años de vida.
Pensionada del antiguo sistema, la solicitud de una toma de poder, fue el hilo conductor que llevó al IPS hasta su hogar, para entregar un servicio que las familias agradecen, porque les permite realizar en su domicilio un trámite que para
personas de mucha edad –como Julia- o postrados, se vuelve imposible de realizar. Entonces, la toma de poderes a domicilio, realizada por el IPS, surge para ellos, como el aliado que les permite seguir accediendo sin inconvenientes al pago de sus beneficios.
Oriunda de Huapi, una localidad rural de la comuna de Licantén en la provincia de Curicó, esta pensionada comenzó su vida campesina, siendo la mayor de cuatro
hermanas y la única que hoy sobrevive. Adolescente, se ocupó como asesora del hogar de una familia en Vichuquén y tras cinco años, decidió regresar al hogar materno.
En el rigor del campo, conoció a su esposo e inició con él, una familia integrada por 10 hijos, que actualmente tienen entre 80 y 63 años de edad, 25 nietos y 10 bisnietos. Dice no recordar cuándo murió su esposo “muchos años ya”, pero sí, guardar en el corazón el dolor de haber enterrado a dos de sus retoños.
Autovalente en todo lo que se puede hacer a su edad, Julia Rosa del Carmen Guerra Vergara, vive actualmente con su nieta Ruth Reyes, quien ha dedicado la vida a cuidar a su abuela. “Mi vida es la abuela, no me casé ni tuve hijos por
cuidarla, es una opción, vivimos muy bien las dos, a ella le gusta que la visiten, se desplaza con ayuda por la casa, teje y es muy activa, tanto como lo fue en sus mejores años, donde participó mucho en la Iglesia católica”, comenta su nieta.
Como vecino en la casa pareada, tienen a otro de sus hijos, de 74 años, respecto de él y del resto de descendencia Julia comenta: “Mis hijas casadas viven en Santiago y una en Licantén, me vienen a ver, son muy buenos hijos. He sido feliz en mi vida y mi nieta, es muy buena conmigo, porque ella me hace todo, me viste, me hace la comida, yo la quiero mucho”.
Avanzando con su tejido y también con los recuerdos, cuenta que fue una mujer que trabajó mucho durante su vida. “Sacaba leche de la vaca, caminando de un
cerro a otro, iba allá a ordeñar y acarreaba la leche de vuelta, la cuajaba para hacer los quesos y los vendía.
Después me aburrí de los quesos, aunque los hijos
ya más grandes me ayudaban a vender. La vida fue sacrificada, pelando mote, cociendo pan, cocinando en el fuego y cuidando los niños” recuerda.
Con el paso de los años, la familia se trasladó a la localidad de Lora -donde residen- y donde Julia goza actualmente de buena salud. Su vida, nos dice, transcurre con un pasar tranquilo, rodeada del cariño de su nieta, sus hijas e hijos
y los vecinos, que la conocen desde siempre, la visitan, admiran y estiman.
Y es que pocas personas, pueden contar 107 años después de su nacimiento y con tanta lucidez, detalles tan precisos de su vida, ni mostrarse tan activa para tejer un pañito por día y aludir como tal cosa, la forma en que sobrevivió hace dos décadas a un cáncer en su nariz, cuya sobrevida, los médicos no cifraron más allá de tres años.
Pero esta pensionada sí, porque en ella reside la fuerza del amor, del tesón, de la fe que la sostiene, del cariño de los suyos y de la preocupación que el Estado, através del IPS muestra por ella, acercando sus servicios para garantizar el que Julia reciba en forma fácil y oportuna.